Portada del libro de la editorial "Zona Libre" |
"Tufuga" practicando un tatuaje, propio de la cultura samoana. |
En el primer capítulo narra la
temprana vida de Eloy, un niño que está empeñadísimo en juntar tapitas para
canjearlas por un televisor, ya que él era fanático de Astroboy y no tenía
televisión para verlo. Intercala la infancia de Eloy con la de su abuela
materna Taia, una anciana que sufre la pérdida de su esposo Kaleo. Taia en su
adolescencia estuvo enamorado de un pintor llamado Koké (quien también se llama
Gauguin) quien vivía en Atuona y que era mucho mayor que ella (Taia en ese
entonces tenía 14 y Koké unos 50), quien le preparaba siempre comidas a ella y
sus amigas. Con Koké, Taia tuvo sus primeras experiencias sexuales y
constantemente estaba atraída de la inteligencia y las capacidades artísticas
de Koké. Enamorados los dos, Taia decide entregarse a él y al cumplir los 15 la
tradición samoana dictamina que la mujer debe tatuarse una estrella en el
cuerpo, y los que se encargaban de los tatuajes de rito se llamaban tufuga. Cuando lo hizo, luego de un día
entero de sufrimiento, el dolor significaba que se había convertido en mujer y
a los días se lo muestra a Koké, pero éste ya se encontraba en su lecho de
muerte. Koké muere y Taia se encontró desolada. Sin contarle esta triste
historia a su nieto Eloy, ellos estuvieron enteramente conectados. Eloy
guardaba su tesoro de tapitas debajo de la copa de un árbol y Taia, para
demostrarle su confianza, le regala un cuaderno azul envuelto en una tela roja
floreada. Este cuaderno es el cuaderno de bocetos que el pintor Koké usaba y le
regaló a Taia en las últimas horas de vida de él. Taia muere debajo del árbol
días después de ocultar su cuaderno junto al tesoro de tapitas de Eloy. El niño
Eloy se siente desolado por la muerte de su abuela, los padres lo saben y
deciden mudarse lejos de la ciudad para que él no sufra la desdicha de perder a
una abuela.
En el segundo capítulo narra la
vida del adolescente Marcos, nieto de Eloy, el del capítulo anterior. El
capítulo comienza narrando a Marcos en la terminal con Amparo y el miedo que
tiene Marcos en subir a un colectivo. Intercala su infancia y juventud con su
abuelo Eloy. Él era el único que lo escuchaba en su familia. Su padre era muy
duro con él ya que no era como su hermano Juan quien manejaba armas de caza y
practicaba deportes como su padre. Marcos se sentía excluido: sólo en su abuelo
encontraba refugio. Eloy ya anciano, quien era zapatero, se mudó a Argentina
para estudiar medicina, doctrina que abandonó y se volcó a la zapatería. Tuvo
hijos y crecieron en esta tierra. Eloy siempre le contaba la misma historia una
y otra vez a Marcos, la historia de Taia y Koke. También rescató años después
el cuaderno de bocetos que su abuela le había confiado debajo del árbol de su
vieja casa. Cuando Eloy muere, como herencia le deja ese cuadernillo y él se
siente desahuciado: ya sin que nadie lo escuche, decide escaparse de su casa.
Toma un colectivo para ir a Santa Fe y en medio del viaje sufre un grave
accidente. En el hospital, su padre le reprocha haberse escapado: el único
pedido del padre para Marcos es llamar siempre a su madre. Él, con 18 años,
comienza una nueva vida sin su familia. En el hospital conoce a Magda, una
enfermera rubia y esbelta, mayor que él, quien tenía el vicio de fumar. Deciden
vivir juntos unos meses mientras él, Marcos, afirma ser tatuador cuando Magda
le pregunta a qué se dedicaba. En la cárcel, cuando a su hermano drogadicto
Juan cae preso, le hace un tatuaje de San La Muerte a él y a varios reos con
que compartía la celda. Del accidente sólo recupera la máquina para hacer
tatuajes y el viejo cuaderno azul de bocetos.
En el tercer capítulo narra la
vida de Amparo, una chica de 15 años que, en una noche de estrellas y
luciérnagas, recibe de parte de su padre la noticia de que a él le quedaban
pocos días de vida. Él era pintor y a su hija la cuidó hasta el último dia,
luego quedó a cargo de su tía Ema, ya que su madre la había abandonado cuando
tenía dos años. En la facultad conoce a Marcos, el tatuador del pueblo, quien
comienza a sentir atracción por él. Para recordar a su padre le pide a Marcos
un tatuaje, pero como ella nunca se hizo uno no sabía qué dibujo hacerse:
Marcos la incentiva por unos peces Koi, pero no le agradaba la idea. Luego por
una mariposa, y cuando estuvo por tatuarsela se dan cuenta de la atracción que
ambos sentían: se dan un beso y a Amparo no le terminó de convencer la idea de
la mariposa. Entonces, luego de unos días, Marcos le entrega el cuaderno de su
tátara abuela Taia para que vea los dibujos y encuentre inspiración y le pide
que le haga el tatuaje de la mujer con estrellas en sus muslos y piernas. La
novela finaliza con la escena previa al tatuaje: “Me acosté en la camilla y me
entregué. No lo odié. Me entregué y no lo odié. Nunca”.
Sandra Siemens |
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